Su genio posee un carácter docente que nadie puede obviar. Cada foto, cada cuerpo, cada ápice de sus semánticos paisajes, denotan una risueña intención que el fotógrafo intenta transmitir con su iconografía libre de ataduras. Le mueve el matizar esas verdades incómodas.
Es una obviedad que la dirección de sus principios sopla hacia las mismas coordenadas a estribor. Y es por ello que eligieron conjugar a la ‘señora madre naturaleza’ con su alumna aventajada, la humanidad.
Un mix que no ha cesado de acaparar portadas, colas informativas y más de alguna reflexión, con lo que el objetivo ha sido cumplido: llevar a la humanidad a pensar que hemos de cuidar la naturaleza, por cuan frágiles somos ante ella. Kyoto mediante, huracanes, terremotos y monzones no cesan de reclamar nuestra atención para que despertemos de nuestros abusos terrenales.
La foto-denuncia requería un lugar acorde a su originalidad, accesible e impactante. Por ello, se ha escogido el glaciar de Aletsch, en Suiza, declarado Patrimonio Natural Mundial en 2001 por la UNESCO y el más largo de Europa con sus 23 km de extensión.
Y al motivo, darle eco: "Si el calentamiento continúa al ritmo actual, para 2080 la mayoría de los glaciares se habrán convertido en campos de guijarros", advertía Greenpeace.
Más de 600 personas han acudido a la cita, que el objetivo del fotógrafo estadounidense motivaba: "La primera toma de fotos se hizo con unas 300 personas con el glaciar de fondo. Después, Spencer Tunick pidió a los 600 voluntarios venidos de diferentes horizontes que se desplazaran sobre el Aletsch, donde los ha inmortalizado con su cámara", dijo Markus Alleman, director de campaña de la organización para la protección del medio ambiente.
La última obra de Spencer Tunick reunió en México a 20 000 personas y costó en torno a 80 000 euros. Pues de obras masivas entiende la cultura, pero no la libertad del arte.
Lo único que cambia es el pincel.